Sudamérica y el Evangelio en la Antigüedad[1]
Por Renan Apolônio
Presentación e Introducción
Mi propósito en investigar y escribir sobre la Historia
de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en Sudamérica empezó
cuando yo era un joven misionero de tiempo completo en la Misión Argentina
Córdoba.
En realidad, siempre tuve en mi un gran entusiasmo por
conocer la Historia, y en especial por la Historia de la Iglesia. Leí, antes de
la misión – sí, mientras aún era adolescente – algunos libros, empezando con La Historia de la Iglesia en el Cumplimiento
de los Tiempos.
Sin embargo, cuando yo me estaba preparando para ir a
la Misión el Presidente del Templo de Recife Brasil era Frederick G. Williams. Lo
vi varias veces en el Templo, en Conferencias de Estaca (mi Estaca está a unos
30 minutos del Templo) y en Charlas y Clases especiales en Instituto, para lo
que él y la Hermana Williams eran invitados. Como yo asistía mucho al bautisterio,
siempre lo veía compartir un mensaje para los jóvenes en la apertura de las sesiones.
Y, en el día en que fui al Templo para recibir la
investidura, tuve el privilegio de ser instruido por él. Él me preguntó dónde yo
iba a servir, y cuando yo le dije que sería en la Misión Argentina Córdoba, él
se puso demasiado contento – abrió la sonrisa larga que le es propia, y dijo ah, entonces va a hablar el castellano. Me
dijo también que su padre fue Misionero y Presidente de Misión en Argentina, pero
no habló mucho más en aquel entonces – teníamos otras cosas de que hablar.
Me fui al CCM y, antes de ir para la misión, le mandé
a mi mamá un sobre con muchas cartas, para ella y otras personas, incluyendo
una que le pedí que se la entregase al Presidente Williams. Él gentilmente me contesto,
y cito aquí una parte de lo que me escribió, estando la carta completa anexada.
Mi padre, Frederick S. Williams, fue uno de los
primeros misioneros en toda la América del Sur. Sirvió en Buenos Aires,
Argentina de 1927-1929. Al término de su misión sólo había tres misioneros en
todo el continente: dos en Argentina y uno en Brasil. Su presidente le pidió
que al regresar a los Estados Unidos se quedara un tiempo en Joinville, Santa
Catarina para que el Elder Schindler tuviera un compañero, y así fue. Mi padre
fue uno de los pocos misioneros que trabajaron en los dos distritos de la
misión: Argentina y Brasil. Mi padre regresó a Argentina para servir como el
segundo presidente de la misión (1938-1942); mi padre abrió la obra en Córdoba.
Yo nací en Buenos Aires. Generalmente, cuando me preguntan por que nací en
Argentina, yo explico que en esa época yo era muy pequeño y quería estar cerca
de mi madre al nacer, y ella estaba en Argentina. Por lo tanto, nací allá. Fui
registrado en la embajada americana como ciudadano americano y salí del país
con dos años de edad cuando mis padres y mis tres hermanas regresaron a los
E.E.U.U. Diez años después mi padre fue llamado para abrir la primera misión en
el Uruguay. Así tuve el privilegio de aprender el castellano en Montevideo.
Esta información y más detalles se encuentran en el libro que yo y mi padre
escribimos llamado From Acorn to Oak Tree
A Personal History of the Establihshment and First Quarter Century Development
of the South American Missions (1987). Cuando crecí, yo serví mi misión en
Brasil y aprendí a hablar portugués.
Así comencé a dedicar mis pensamientos y mi atención más
y más a la Historia de la Iglesia en Sudamérica, una historia rica y maravillosa,
llena de particularidades y curiosidades.
Mientras yo estaba en la misión, un miembro de la
Iglesia me mostró a mí y a mis compañeros una parte de su biblioteca del
evangelio. Entre los libros había uno llamado Historia de los Mormones em Argentina, de Néstor Curbelo,
historiador de la Iglesia, uruguayo. El hermano Sergio Torres me lo prestó por una
semana, y no me contuve – me hice una fotocopia del libro.
Y, cuando volví de la misión, de cuando en cuando volvía
a leer e investigar sobre esos asuntos. Entre las fuentes principales están, además
de los libros de que ya hablé, las páginas oficiales de la Iglesia en las Áreas
Brasil, Sudamérica Sur, y Sudamérica Noroeste, y otras fuentes oficiales de la
Iglesia. Publicaciones en blogs escritos por miembros de la Iglesia también fueran
consultados, y debidamente referidos.
Por eso he decidido publicar una serie de artículos,
contando una parte de la Historia de la Iglesia en Sudamérica. Es el resultado
de una investigación hecha con amor y fe en Aquel que es el Señor y Salvador de
Sudamérica y de su pueblo.
El surgimiento de Sudamérica y las antiguas profecías
sobre el Subcontinente Sudamericano
La llegada del evangelio restaurado en Sudamérica ha
sido profetizada desde la época del Libro de Mormón, y desde el inicio de esta
dispensación el envío de misioneros a este subcontinente fue una las metas más
importantes de la Iglesia.
Revisaremos, así, algunas de las profecías y de las
enseñanzas doctrinariamente más importantes a ese respeto, para que podamos
comprender mejor la relevancia de la ordenanza dedicatoria de 1925.
Toda la tierra es creación y propiedad de nuestro
Padre Celestial y de Jesucristo, y Ellos la crearon para propósitos
específicos, como podemos ver en los registros del patriarca Abraham (3:
24-25):
Descenderemos, pues
hay espacio allá, y tomaremos de estos materiales y haremos
una tierra sobre la cual estos puedan morar;
y con esto
los probaremos, para ver si harán todas las cosas que el Señor
su Dios les mandare;
Así vemos que esta tierra fue creada para ser el lugar
en que nosotros, hijos del Altísimo, pudiésemos mostrarle a Él que Lo
obedeceríamos en todas las cosas.
Sin embargo, la tierra por Ellos creada “era buena” – un verdadero paraíso,
incapaz de permitirles a Adán y Eva – y a todos nosotros – probar fidelidad a
nuestro Padre.
Solamente con el evento conocido como “La Caída”, esta
tierra se volvió – a pesar de haber decaído de un estado paradisíaco a un
estado terrenal – un ambiente capaz de proporcionarnos todas las experiencias
de que necesitamos para atingir o máximo de nuestro potencial.
Para un tan sagrado propósito, la tierra misma ha
pasado por un largo y todavía no concluido proceso de redención. Es necesario,
por tanto, que la tierra sea redimida.
Uno de los eventos más significativos de ese proceso
fue la purificación de la tierra ocurrida bajo la presidencia del patriarca Noé
(evento conocido como “el Diluvio”), en el cual la tierra fue totalmente
cubierta por las aguas. Cuando retrocedieron las aguas, se dividió la tierra,
de manera que se destacó el continente hoy llamado “Americano”.
Según el relato de Génesis (10: 25), esa división no
ocurrió luego de retrocedieren las aguas, pero si en los días de Peleg, hijo
del patriarca Heber.
Es particularmente interesante observar las profecías
hechas por Éter – último profeta e historiador del pueblo jaredita, el primero
a habitar el Nuevo Continente. De sus palabras, destaco las siguientes (Éter
13: 2-3):
después que se hubieron retirado las aguas
de la superficie de esta tierra, llegó a ser una tierra escogida sobre todas
las demás, una tierra escogida del Señor; por tanto, el Señor quiere que
lo sirvan a él todos los hombres que habiten sobre la faz de ella;
y de que era el sitio de la Nueva
Jerusalén que descendería del cielo, y el santo santuario del Señor.
Impactantes palabras. Es importante notar que los
jareditas, ya en su dispensación, tenían conocimiento de los hechos relativos a
la futura condición de las Américas. Y que, además de eso el pueblo conocía
tales hechos, sus profetas daban especial destaque a eso, habiendo el mismo
Éter incluyendo comentarios sobre esa temática en sus últimos sermones.
Tales informaciones fueron, incluso, consideradas
sumamente relevantes por el profeta Moroni, ya que, de la traducción de los
registros jareditas, solamente un resumen hecho por el mismo Moroni está
disponible para nosotros. Seguramente este profeta, caso pudiese, nos habría
brindado más informaciones. Sin embargo, fue prohibido por el Señor de hacerlo
(Éter 13: 13), permitiéndosele tan solamente dejarnos ciertos solo de las más
importantes profecías de Éter, de entre las cuales se encuentran aquellas
referentes a este precioso y promisor continente.
El impacto de esas profecías fue tan fuerte en la
mente de los pueblos americanos que supervivió, incluso en medio a la
apostasía, en las tradiciones orales de las tribus indígenas sudamericanas. Eso
porque, de manera distinta de los indios de Norteamérica y Centroamérica, los
nativos del Sur no tienen muchos registros físicos de su historia, casi toda su
tradición es repasada oralmente de generación en generación.
Un bello
ejemplo de eso es el relato de la hermana María Graciela Llaipén de Colivoro,
miembro de la Iglesia en la ciudad de Comodoro Rivadavia (Argentina). Nacida en
la isla de Chiloé (Chile), es hija de indios Mapuche. Ella cuenta que, en su niñez,
su padre le enseñó sobre el origen de su pueblo, y sobre su creencia en el Dios
vivo. En sus palabras:
Mi papá nos contaba cosas de Dios, él
sabía leer y escribir, conocía las cuatro operaciones. En esa época ellos nos
aconsejaban y nos decían que iba a haber un Dios, pero que en ese tiempo
nosotros no lo teníamos. Él nos decía vamos a tener un Dios dentro de unos
años. Mi padre me decía que iba a haber santos predicando y que iba a haber un
hombre a quien Dios le iba a dar poder para predicar en la tierra.
Nos decía que en un tiempo ellos
fueron de Dios, pero fueron dejados por que no obedecieron, pero con el tiempo
iba a volver para devolverles todo lo que les había quitado. Eso nos decía él,
la historia del Libro de Mormón cuando la leí me ayudó mucho a comprender lo
que mi papá me hablaba cuando yo era niña.
Él me decía que con el tiempo iban a andar los
santos predicando el evangelio en la tierra. Ese es el recuerdo más lindo que
tengo de mi padre. También me dijo que yo tenía que aceptarlo y ensañárselo a
mis hijos y decirles que Dios existe.
Esto es todo lo que recuerdo de mi
padre, de todos mis hermanos yo fui la única que comprendí ese mensaje y lo
seguí al conocer la Iglesia. La historia de donde yo nací la recuerdo casi como
un sueño.[2]
Varias otras tribus, como la Nivaclé, de Paraguay,
mantuvieron por siglos la historia narrada en el Libro de Mormón en su
tradición oral:
En 1980, una tribu nativa de Nivaclé de 200 personas, se convirtió
al evangelio cuando los misioneros les contaron la historia del Salvador cuando
vino a las Américas. El líder de la tribu reconoció la historia porque había
sido transmitida por sus ancestros y supo que estaba escuchando verdades
restauradas.
Actualmente, esa tribu tiene una comunidad de 40 familias SUD y
han dado a su población el nombre de Abundancia.[3]
Y así vemos que esta tierra es una parte especial de
la Creación del Señor, que Él la ha preservado y separado de las demás para
propósitos sagrados, que hay varias profecías con respecto a la predicación del
evangelio y del establecimiento de la Iglesia en este subcontinente, sobre todo
en El Libro de Mormón, y que los pueblos que aquí habitaron antes de la llegada
de los europeos compartían, en su tradición oral, profecías referentes al
establecimiento de la Iglesia de Jesucristo en esta tierra sagrada.
[1]
Versión em portugués disponible en:
http://estudos-sud-br.blogspot.com/2018/09/america-do-sul-uma-terra-dedicada-parte.html
[2]
El Legado Mapuche, tradiciones orales ancestrales contribuyen a la conversión,
Néstor Curbelo. Disponible en: https://www.mormonesdelsur.org/el-legado-mapuche-tradiciones-orales-ancestrales-contribuyen-a-la-conversion
[3]
Una tribu en Paraguay conocía las
historias del Libro de Mormón antes de que llegaran los misioneros. Disponible en:
https://mormonsud.org/creencias-mormonas/libro-de-mormon/tribu-de-paraguay-conocia-historias-del-libro-de-mormon/
Original en inglés: Tribe Knew Book of
Mormon Stories Before Missionaries Arrived + 4 More Facts About the Church in
Paraguay. Disponible en: http://www.ldsliving.com/Tribe-Knew-Book-of-Mormon-Stories-Before-Missionaries-Arrived-4-More-Facts-About-the-Church-in-Paraguay/s/78258
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