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Una verdadera prueba del testimonio

En los primeros años de la Iglesia en Sudamérica se vivieron experiencias de gran significado espiritual que fueron cimentando la fe de los conversos. Todos ellos testificaron, y lo continúan haciendo quienes son custodios del legado, del gozo de participar de la obra en aquel tiempo, con sus oportunidades y a pesar de los desafíos.



Uno de los desafíos, entre otros, consistió en el afrontar etapas de división y contención en lo interno de la hermandad. En general se gozó de paz y armonía en las ramas de la Iglesia, los pioneros expresan hasta el cansancio que en los comienzos al ser pocos en número y reunirse en casas adaptadas como capillas, se disfrutaba del espíritu de la hermandad, como una familia extendida. El lazo era fuerte y convivían casi diariamente "en la rama", dado que las reuniones que ahora son dominicales antes se distribuían a lo largo de la semana. Pero sí, también hubo casos o etapas en que las diferencias, el celo y luego el recelo ganaron terreno. Quizás podemos extraer una enseñanza de esa experiencia pionera.

Esta clase de dificultad se puede encasillar en lo señalado como una perspectiva micro de la realidad de una determinada comunidad:
"(...) sabiendo de antemano que el resultado final -el triunfo del Reino de Dios- nunca está en duda. Pero también podemos girar el telescopio y ver pequeñas partes de la realidad mormona. En una perspectiva macro encontramos acuerdo y armonía en el mormonismo de hoy. El evangelio prevalecerá... Desde una perspectiva micro donde se puede enfocar de cerca en los sentimientos y valores de individuos y grupos, diferencias de opiniones existen acerca del significado de lo que se ve, y aún sobre lo que se ve..." 1

Como podemos anticipar, la prueba de las divisiones no es patrimonio exclusivo del pasado mormón, ya que se puede experimentar en nuestros días si se da rienda suelta al orgullo y la contención. Como sabemos el único antídoto es la humildad genuina.
No es por lo tanto nuestra intención juzgar ni justificar a los hermanos y hermanas por sus errores del ayer; sí lo es el tener presente que sus acciones encuentran paralelo con pioneros de la Iglesia de otras épocas. Comprenderlo, tiene que ver con la óptica con que lo consideremos.

Planteamos la existencia de esta clase de oposición, que se manifestó en mayor o menor grado, y en distintos períodos, en algunas ramas de las misiones sudamericanas durante el siglo XX. 
Sin reprochar ni justificar, es claro que hubo momentos en que individuos o grupos de individuos dentro de la Iglesia abrigaron más o menos sentimientos negativos hacia otros miembros de sus congregaciones. Esto trajo consigo desunión, estancamiento a la obra y tristeza para todos los involucrados. 

Podemos realizar un paralelo con los pioneros del siglo XIX en los Estados Unidos e Inglaterra. El Élder B. H. Roberts expresó: "Mientras que los oficiales y miembros de la Iglesia poseen este tesoro espiritual, lo llevan en vasos de barro, y esa naturaleza terrenal, con sus limitaciones humanas, fue claramente manifiesta en muchas ocasiones y en varias maneras, tanto en lo personal como en lo colectivo. Sin embargo, y no debe perderse de vista(...) mantuvieron tal relación con Dios que fueron, en ocasiones, movidos a hablar o actuar como Dios hubiera hablado o actuado."2
Con esas palabras en mente, intentamos plantear que el conocimiento de la historia de la Iglesia y sus pioneros nos puede brindar la clave para sobrellevar esta prueba o visualizar el tema con una mirada más amable y comprensiva.

Los relatos relacionados a divisiones internas  pueden ser hallados en varias congregaciones, y los períodos de prueba pueden haber sido breves o extensos de acuerdo a cada individuo o lugar. No es necesario señalar ejemplos para demostrar lo doloroso que resultó para los implicados. Infelizmente para algunos participantes u observadores se vivió como una etapa dramática e insuperable, dando lugar a la tristeza, el recelo y las decisiones imprudentes. Otros, a pesar de la desilusión, centraron su mirada en el plan del Señor para ellos. Sobrellevaron bien la prueba, y por ende, con la madurez que otorga el tiempo vivido en rectitud, llegaron a descubrir que esa adversidad era un paso previo al crecimiento espiritual, tanto en lo personal como para la comunidad religiosa. 

Una pionera le mencionó al autor del presente artículo, que la razón por la cual la entrada a su capilla tenía escalones, era para que los miembros intentaran dejar en ellos, a medida que ascendían hacia el umbral, sus problemas personales, diferencias, y malos sentimientos, para una vez adentro de la casa de oración, dedicarse a aprender y servir a los demás. Es un pensamiento sabio que muchos miembros aprendieron luego de sufrir tropiezo y superar, para gloria de Dios, los bofetones del adversario.

Antecedentes en la Iglesia Primitiva

De acuerdo a una perspectiva histórica, hay antecedentes que manifiestan que casi todas las congregaciones en sus inicios transitaron y debieron superar esta misma clase de oposición. Situaciones acaecidas en la Misión Sudamericana a principios del siglo XX, y más tarde en la Argentina, Brasileña y Uruguaya a mediados del mismo siglo, así como la respuesta de los líderes y miembros, encuentran su paralelo en las páginas de épocas anteriores de la Iglesia de Cristo.



En Doctrina y Convenios 64:8 se declara: "En la antigüedad mis discípulos buscaron motivo el uno contra el otro, y no se perdonaron unos a otros en su corazón; y por esta maldad fueron afligidos y disciplinados con severidad."

El profesor John W. Welch escribió un artículo titulado Modern Revelation: A guide to research about Apostasy, en el cual hace referencia a la citada sección. En el mismo plantea que ese versículo nos puede brindar la clave para comprender lo que sucedía entre los discípulos de Cristo en la era apostólica. Por ejemplo, puede arrojar luz sobre lo referido en 1 Corintios 1:11 y 12: "Porque se me ha informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los que son de Cloé, que hay entre vosotros contiendas. Quiero decir, que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo; y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo."
Dice el Prof. Welch: "Quizás se separaron porque no se estaban llevando bien. Evidencia de tal tensión se puede encontrar en Hechos 15:2: "Puesto que surgió una disensión y contienda no pequeña de Pablo y Bernabé con ellos, se dispuso que Pablo y Bernabé y algunos otros de ellos subiesen a Jerusalén, a los apóstoles y a los ancianos, para tratar esta cuestión"; y en el versículo 39: "Y hubo tal desacuerdo entre ellos que se apartaron el uno del otro; y Bernabé, tomando a Marcos, navegó a Chipre."
Las palabras griegas en esos textos, según el Prof. Welch, "son términos fuertes, suficientemente fuertes como para indicar no solo discusiones, discordia y controversia, sino que también provocación, irritación al punto de llegar a la ira, confrontación física... El tema puede haber estado relacionado más a lo personal que a lo intelectual. La polarización en un pequeño, reciente movimiento religioso puede más fácilmente ocurrir a un nivel personal más que institucional o teológico, porque las estructuras institucionales del grupo todavía se están formando..."

En la Misión Británica

Con fecha 14 de octubre de 1938, el Profeta José Smith escribió en su diario sobre la Iglesia en Inglaterra: "Los poderes de las tinieblas están enfurecidos, y parece que Satanás estuviera completamente decidido a acabar con la obra en ese lugar.
Y añadió en febrero de 1839: "Mientras que en Misuri la persecución contra nosotros iba en aumento, el enemigo de toda rectitud no estaba menos ocupado con los Santos en Inglaterra, en proporción al período de tiempo que se había predicado el evangelio en ese país. La tentación se multiplicaba y, siendo jóvenes en la causa, los Santos se sometían a los bofetones del adversario. Desde que el Elder Willard Richards fue llamado al apostolado... el diablo pareció agarrarle una gran antipatía y procuró agitar contra él la mente de muchos... Por razones insignificantes se formó un espíritu de envidia, chismorreo, codicia y rebelión, que hasta la Iglesia abrigó más o menos esos desagradables sentimientos."


En el caso de la Misión Uruguaya

A principios de la década de 1950, la Misión Uruguaya que incluía a la nación paraguaya, experimentó en su conjunto un nuevo fenómeno, como lo fue que hermanos locales fueran llamados a posiciones de liderazgo, y la disminución de la fuerza misional por las condiciones dadas a nivel mundial. Estas condiciones se enmarcan en el estallido de la Guerra de Corea, donde muchos misioneros de origen norteamericano se vieron forzados a alistarse en el ejército y posponer su misión de tiempo completo. Eso repercutió en todas ramas y sus organizaciones. Significó nuevas responsabilidades y desafíos para los miembros. 



Los miembros locales ya venían desempeñando funciones de servicio en sus ramas, incluso integrando las presidencias de las mismas, pero esos casos eran la minoría. Esta circunstancia aceleró y generalizó la decisión de la Misión de que los miembros ocuparan más y mayores posiciones de liderazgo.

El problema que surgió por estos cambios, o se agudizó en algunos casos donde ya venían aflorando discordias intestinas, fue que mientras algunos miembros sentían disposición de seguir a los misioneros, encontraban dificultades en seguir el liderazgo de sus  pares locales. En el Mensajero Deseret de marzo de 1952, el Pte. Lyman S. Shreeve reporta la organización de tres Ramas en Montevideo completamente conformadas con hermanos en lugar de misioneros y realiza el siguiente consejo: “Nunca hasta ahora hemos tenido miembros de la Misión Uruguaya actuando como presidentes de Rama. Reconozco que este es un cambio algo grande para los miembros de la Misión y solicito la cooperación de todos en este paso tan importante… Mayormente deseo que los hermanos… reconozcan que cuando un miembro de su Rama, no misionero, es llamado a dirigir o presidir sobre la Rama o sobre una organización, merece la misma confianza y sostén que un misionero.”

Iba a ser necesario el dedicar varias páginas de las revistas mensuales y visitas paternales a efectos de fortalecer a los miembros. En el Mensajero Deseret de enero de 1953, el Pte. Shreeve aconsejó a los hermanos y hermanas: "Vivamos unidos, cesemos de encontrarnos faltas los unos a los otros sino más bien ayudémonos.... Si tenemos esto en la mente, quizá será un poquito más fácil perdonar y olvidar las debilidades de nuestros hermanos y hermanas de la Iglesia, y podremos esperar que a nuestro tiempo seremos perdonados por nuestras transgresiones y debilidades ante ellos y ante nuestro Dios". 

En abril de ese año, con la misma inquietud en mente condenó la soberbia de aquellos miembros que consideraban su posición en la iglesia como forma de superioridad, así distorsionando la hermandad y apartándose de la manera de Cristo. "De tiempo en tiempo hemos oído" indicaba el Pte. de Misión, "a algunos individuos afirmar que es por causa de ellos que ciertas organizaciones o ramas están florecientes. Ante de que yo me ocupara de ella no era tan buena...". 
En lugar de mantener esa actitud dañina, invitaba a estar "preocupados por el bienestar de algún miembro inactivo... y deberán hacer todo intento posible para lograr que estas personas vuelvan  la actualidad."

Y un mes más tarde: "A veces algunos de ustedes han sido ofendidos por un cambio... No dejen de estar activos en la Iglesia simplemente porque ya no haya misioneros a mano... Será una verdadera prueba para su testimonio el demostrar al Señor su fidelidad continuando siendo activos ahora que la responsabilidad es directamente suya... tendremos bendiciones mayores de las que ahora podemos imaginarnos." 



En determinados momentos los líderes actuaron con ese tono amoroso y paternal (como sinónimo de persuasión), esperando con paciencia que los conversos pulieran sus defectos. Lamentablemente, en otras ocasiones los líderes de la Misión o locales, no estuvieron a la altura de las circunstancias. Esos líderes consideraron su autoridad como un privilegio en lugar de percibirlo como una forma de servir a los hijos de Dios. Como analizó el Hno. Harold Brown refiriéndose al liderazgo en Sudamérica cuando la fe era joven y los líderes no estaban tan familiarizados con la cultura del evangelio, muchos de ellos se desenvolvieron bajo el viejo concepto de autoridad tradicional, que supone que el líder "requiere apoyo incondicional de parte de sus seguidores", esos son para él los miembros "leales". A su vez esa "lealtad traía consigo  privilegios especiales y los libraba de la corrección" de parte de ese líder. 




"En la cultura del evangelio", continúa el Hno. Brown, "los líderes de la Iglesia mantienen en su círculo de ministración y amor a todos los miembros, no porque tal o cual es un seguidor incondicionales del líder, sino porque son hijos de Dios. Cuando el líder busca la corrección la hace a todos por igual. Aprende que la corrección y la salvación son metas, y no recompensas o castigos de acuerdo a la lealtad o no hacia el líder de turno".3


Como observó el historiador F. LaMond Tullis: "No es sorprendente, por lo tanto, que en las prácticas del liderazgo entre algunos mormones de latinoamérica, donde la fe es joven, impacte el paralelo con las de la iglesia en los años de Kirtland y Nauvoo." 4
Se observa una vez más en esa cita, el paralelismo entre ciertas acciones de nuestros pioneros sudamericanos y sus antecesores en la fe. Creo que podemos extraer sabiduría y visión de este pasado, y al evitar el mal espíritu de la contención alcanzar la estatura de nuestra noble creación.


Notas:
1- Tullis, F. LaMond, The Church moves outside the US: some observations from Latin America. Dialogue: A Journal of Mormon Thought; Spring 1980, v.13, p. 66.
2- Roberts, B.H, A Comprehensive history of the Church of Jesus Christ of Latter-Day Saints. Volume 1, BYU Press, Provo, Utah, 1965, Preface V.
3- Brown, Harold, Gospel, Culture, and leadership development in Latin America, en Mormonism: A faith for all cultures (Editor F. LaMond Tullis), BYU Press, Provo, Utah , 1978, pp. 114 - 115.
4- Tullis, F.LaMond, The Church moves outside the US: some observations from Latin America. Dialogue: A Journal of Mormon Thought; Spring 1980, v.13, p. 70.

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