Ir al contenido principal

Hermanas Misioneras en Uruguay

Los cimientos de la obra en Uruguay fueron colocados por individuos y familias devotas. Un grupo que participó activamente en la obra, y poco se menciona, es el de las mujeres que provenientes del extranjero o desde las ramas locales, asumieron la responsabilidad de predicar y colaborar con la obra en la Misión Uruguaya.

De acuerdo al primer presidente de la misión, el Hno. Federico S. Williams, las hermanas misioneras representaron una fuerza positiva en el éxito del establecimiento de la misma. El mismo Hno. Williams apartó a la primera misionera regular, la Hna. Eduarda Argault en enero de 1948.


La Hna. Argault era originariamente de Francia, convertida en Orleans junto a su familia. En 1937, al presenciar la visita a Paris del Presidente de la Iglesia Heber J. Grant, la familia Argault resolvió emigrar a Utah en los Estados Unidos. Dada la complejidad para obtener la visa desde Europa, se dirigieron a Argentina, estableciéndose en Neuquén en 1938, así pensando que en alrededor de doce años podrían ahorrar lo necesario para viajar a Norteamérica. Allí mantuvieron contacto con la Iglesia y conocieron al presidente de la Misión Argentina, el mismo Federico S. Williams que años más tarde asumiría la misma responsabilidad en Uruguay.

Posteriormente, su estancia en Argentina se agravó, y Eduarda junto a su hermana Renée y su madre Juana, llegaron a Montevideo en 1944. Para 1947, la Hna. Eduarda Argault y su madre, asistieron a la primera reunión de la Misión Uruguaya, que tuvo lugar en el Hotel Florida de Montevideo, donde se hospedaban los recién llegados Williams para comenzar la misión.


En 1948, las hermanas Argault tenían todo pronto para emigrar a Canadá y juntarse con Renée que había partido anteriormente. Sin embargo, en medio de esos planes, el presidente Williams fue inspirado a llamar a Eduarda Argault como misionera regular en Uruguay por un año. Luego de meditar sobre el asunto, según el Hno. Williams: "Ejerciendo gran fe en el Señor, pospuso su viaje y aceptó el llamamiento, usando el dinero ahorrado para financiar su misión." 

La primera compañera de la Hna. Argault fue Argina Williams, hija del presidente, que con apenas trece años sirvió junto a ella hasta la llegada de la Hna. Elsa Vogler, una nueva misionera proveniente de Río Cuarto, Argentina. Eduarda Argault sirvió como la primera misionera regular en Uruguay por trece meses, cuando a su relevo, partió para los Estados Unidos y se reunió con su madre y hermana; diez años después de haber partido de Francia.

No podemos dejar de mencionar a las mujeres de la familia Williams. La Hna. Corraine Williams y sus hijas Bárbara y Argina se desempeñaron desde su lugar como destacadas misioneras. Conformaron un trío musical que recorrió el país entonando cantos religiosos y tradicionales de América Latina, promoviendo la buena voluntad de la Iglesia y difundiendo mediante el arte el mensaje de la restauración. En cada club social e institución que se les abrió las puertas, se fueron con la ovación del público ante una talentosa actuación. Después de tales presentaciones se les facilitaba a los misioneros entablar relaciones de confianza y simpatía.

Desde la vecina orilla, llegaron las hermanas  Elsa J. Vogler y Juana Gianfelice. Ambas integrantes de familias pioneras en Sudamérica, que conocían por experiencia propia y familiar el significado de aceptar el evangelio en un nuevo terreno. El aporte y ejemplo de estas hermanas resultó valioso en las pequeñas y emergentes ramas de nuestro país.

La Hna. Vogler fue apartada en Buenos Aires por el Apóstol Stephen L. Richards y llegó a Uruguay en marzo de 1948. Fue inmediatamente asignada como compañera de la Hna. Argault. Entre tantas buenas obras, se recuerda que durante un recorrido buscando contactos para predicar encontraron a la familia Canals, una de las futuras familias pioneras del país. Asimismo, las Hnas. Argault y Vogler contribuyeron a la organización de la Sociedad de Socorro en la misión.

Al concluir la misión de la Hna. Argault, arribó a Montevideo la Hna. Juana Gianfelice de Buenos Aires. Tanto ella como la Hna. Vogler sirvieron hasta 1949. Estas hermanas sirvieron con transparencia y afecto entre los miembros de la misión. A la hora de sus despedida se registró con fecha 7 de octubre de 1949:

"Muchos corazones se entristecieron en esta misión con la partida de nuestras hermanas misioneras. Han sido de gran ayuda a la misión, y han tenido una función importante en su progreso. Las organizaciones auxiliares, la Sociedad de Socorro y la Primaria se han beneficiado especialmente de la presencia de estas dos hermanas argentinas, y el espacio que dejan aquí va a ser difícil de llenar."

Estas hermanas argentinas contribuyeron de tal modo al desarrollo de la misión que el Pte. Williams solicitó a la Iglesia el envío de más misioneras. En la solicitud a la Primera Presidencia se enfatizó el deseo que de ser posible las hermanas tuvieran talentos musicales o perfil para tareas administrativas. En virtud de ello llegaron en febrero de 1950 las primeras misioneras desde los Estados Unidos; las hermanas La Von Evans y Mersel M. Day. Ninguna poseía las referidas habilidades, no obstante "ayudaron enormemente en las organizaciones auxiliares." 

Entre diciembre de 1950 y febrero de 1951 fueron llamadas a prestar servicio en Uruguay las hermanas Kathryn Hackett y Velora Gough, de los Estados Unidos. Ambas eran taquígrafas y poseían gran talento musical.

Las primeras misioneras uruguayas fueron Yolanda Vinci de la ciudad de Salto y María Teresa Aguilera de la rama La Floresta en Montevideo. Ambas eran maestras tituladas, que reservaron sus cargos en las escuelas donde se desempeñaban a fin de servir al Señor por tiempo completo durante un año. Una vez que concluyeron su servicio misional retomaron su rol de educadoras.

Durante los primeros cuatro años de la misión, sirvieron nueve misioneras de tiempo completo; tres de Uruguay (dos eran conversas recientes); dos provenientes de Argentina y cuatro de Estados Unidos.

Primeras misioneras argentinas en la Misión Uruguaya

 

Primeras misioneras de los Estados Unidos en la Misión Uruguaya



Primeras misioneras uruguayas


Misioneras locales

En 1952, la disminución de misioneros regulares causada por el reclutamiento de jóvenes norteamericanos en el marco de la guerra de Corea, hizo necesario contar con nuevos recursos para continuar con la labor de predicación y establecimiento de las ramas en la misión. Felizmente, los conversos recientes estuvieron a la altura de las circunstancias y con fe asumieron la responsabilidad que recayó sobre sus hombros.

El entonces presidente de la Misión Lyman S. Shreeve, previa autorización de la cabecera de la Iglesia, llamó y apartó a misioneros locales para cumplir misiones de corto plazo. Para marzo de 1952, la misión contaba con 29 hermanos y hermanas uruguayos prestando servicio como misioneros de rama, 21 en la Capital y 8 en el Interior. Todos ellos aceptaron "el desafío que la falta de misioneros de Estados Unidos les presenta" registró el Mensajero Deseret de marzo de 1952.

De Treinta y Tres surgieron los primeros misioneros de rama apartados en la misión. Fueron dos hermanas mayores, Ema Becerra de Moyano y Amabilia Hoz. Ellas dedicaron "varias horas por semana a fin de predicar el evangelio" en su ciudad. 

A seis meses de implementado el programa, la misión reconoció con gratitud la labor efectuado, y registró que los 39 misioneros locales llamados de once ramas, dedicaron un total de 10.959 horas de servicio. El tiempo ofrendado se utilizaba a enseñar lecciones del evangelio y visitar familias apartadas de la Iglesia. El entusiasmo de los hermanos y hermanas locales fue evidente en los hechos: a algunos los motivó a solicitar la extensión de su plazo; varios servían a la par de otros llamamientos en sus ramas, y los adultos mayores sirvieron a pesar de los achaques de salud. "Su entusiasmo... diligencia y fidelidad mostrada hasta ahora en su desempeño es de lo más sobresaliente" expresó el Pte. Shreeve; "me hace creer que la Iglesia se beneficiará de un grupo de miembros más fiel e instruido, y que el crecimiento de los testimonios personales y apego a los valores de la Iglesia por aquellos participando de esta obra, será el producto más valioso de este programa".

Miembros de la rama de Tacuarembó despidiendo para su misión a la Hna. Hilda Araújo.
Nosotros, a setenta años del comienzo de la predicación del evangelio en nuestro país, rendimos respeto y expresamos agradecimiento a todos ellos, y en particular por este medio a las hermanas misioneras que, como dignas pioneras marcaron el camino a seguir.


Comentarios

  1. Mi Mami y mi padre fueron los primeros en la iguracion del pecebre en vivo, y mi hermana fue el niño Jesus. Orquidea Polti y Mario Polti mis papis

    ResponderBorrar

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

Predicación por medio de los deportes

Desde principios del establecimiento de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en Sudamérica los misioneros realizaron deportes para promover su causa misional, como por entretenimiento, bienestar físico y competencia.1 También  en los Estados Unidos y Europa se alentó tempranamente dicha participación, e incluso hubo varios casos de misioneros destacándose en actividades deportivas.2 A partir de 1938 en Buenos Aires, con el fin de presentar una imagen positiva de la iglesia y despertar el interés de la gente en el mensaje restaurado, los misioneros se involucraron en competiciones deportivas. Dado el interés de los argentinos en los deportes, la misión reconoció que involucrarse en sus actividades sería un medio efectivo de difundir su obra.3 Souvenir del equipo Los Mormones del Deseret, Misión Uruguaya, 1963. Para ello la Misión Argentina organizó su propio equipo deportivo, Club Atlético Los Mormones (que también abarcaba otras facetas como los en

Antigua capilla de Treinta y Tres: la primera del Interior

Se agradece a la Hna. Rosario Quintela por acercarme a la historia de la Iglesia en su ciudad. Capilla de Treinta y Tres ubicada en Spikerman y Meléndez. Cortesía de Pedro Rodríguez. La Misión Uruguaya se encontraba en pleno crecimiento en el año 1954 cuando  el 16 de agosto se concretó la compra de un predio con el fin de construir un centro de reuniones, ubicado en la intersección de Spikerman y Meléndez en la ciudad de Treinta y Tres, capital del departamento homónimo del Uruguay. Al momento solo había una capilla en el país, correspondiente a la Rama conocida como Deseret en la ciudad de Montevideo. En el resto del país, las ramas de la misión se congregaban en casas alquiladas o compradas, y dedicadas para los fines del Señor. Por otra parte, y de forma paralela a los planes para Treinta y Tres, la Iglesia se encontraba llevando adelante un nuevo proyecto de capilla para Montevideo, en la Rama de Rodó. La Rama de Treinta y Tres se organizó con una reunión el 2

Ecos de los Andes: el evangelio se establece en Perú

Antecedentes Con gran entusiasmo misional, en el año 1851, el Presidente Brigham Young autorizó como parte de la Misión del Pacífico a un grupo de misioneros encabezado por el Apóstol Parley P. Pratt a iniciar la obra de predicación en Chile. Era la primera vez que se enviaba misioneros mormones a un país sudamericano. Desafortunadamente, las condiciones sociales y políticas existentes allí, así como las carencias de los propios misioneros en cuanto al dominio del idioma y medios de sustento, causaron que la experiencia no resultara de acuerdo a sus expectativas. [i] Apóstol Parley P. Pratt.  Un gran misionero de la nueva Dispensación. De regreso a su hogar en 1852, Elder Parley P. Pratt escribió una carta al Presidente de la Iglesia donde informó su trayecto y en la cual manifestó la opinión de que si hubiera ido a Perú en lugar de Chile probablemente hubieran tenido más éxito. [ii]  A partir de ese frustrado intento misional, similar a experiencias poco fructíferas en