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Experiencias con Seres Trasladados



Por Santiago Carbajal

Los casos de los Tres Nefitas y el Apóstol Juan


El relato en El Libro de Mormón,  donde el Señor concede a tres de sus doce discípulos del continente americano, de acuerdo a lo que desearon de Él, permanecer sobre la tierra hasta la segunda venida sin sentir dolor, excepto por los pecados del mundo, sin  sufrir tentaciones, ni probar la muerte, con el fin de obrar en bien de la humanidad y salvar almas (3 Nefi 28),  ha despertado mi fascinación desde la niñez. Sobre todo, al leer los comentarios de Mormón en su lenguaje directo y convincente, explicando e inspirando al expresar:
“… están escondidos del mundo. Más he aquí,  yo los he visto y ellos me han ministrado. Y he aquí, se hallarán entre los gentiles, y los gentiles no los conocerán. También estarán entre los judíos, y los judíos no los conocerán… sucederá que ejercerán  su ministerio entre todas las tribus esparcidas de Israel, y entre todas las naciones, tribus, lenguas y pueblos… Y son como los ángeles de Dios; y si ruegan al Padre en el nombre de Jesús, pueden manifestarse a cualquier hombre que les parezca conveniente. Por tanto, ellos efectuarán obras grandes y maravillosas…” (3 Nefi 28: 25-31).

En El Nuevo Testamento se registra una experiencia similar en el caso del Apóstol Juan, el discípulo amado que  acompañó al Salvador durante Su ministerio terrenal:
“Volviéndose Pedro vio a aquel discípulo a quien amaba Jesús (…) Así que cuando Pedro le vio, dijo a Jesús: Señor, ¿y éste, qué? Jesús le dijo: Si quiero que él se quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú. Entonces se dijo entre los hermanos que aquel discípulo no moriría. Pero Jesús no le dijo que no moriría, sino: Si quiero que él se quede hasta que yo venga, ¿qué a ti?” (Juan 21:20-23).
En abril de 1829, en Harmony, Pennsylvania, el Profeta José Smith y Oliverio Cowdery, luego de discrepar en cuanto a si Juan había muerto o permanecido en la carne, acordaron mutuamente consultar al Señor por medio del Urim y Tumim[1]. La revelación que se conoce como la Sección 7 de Doctrina y Convenios es según el encabezado de la misma “una versión traducida del relato escrito por Juan en un pergamino que él mismo escondió”[2]. Dicha Sección contiene importante información sobre la misión actual de Juan y presenta una experiencia comparable a la de los Tres Nefitas del continente americano: “Y yo le dije: Señor, dame poder sobre la muerte, para que viva y traiga almas a ti. Y el Señor me dijo: De cierto, de cierto te digo, que porque deseas esto, permanecerás hasta que yo venga en mi gloria, y profetizarás ante naciones, tribus, lenguas y pueblos… Si, él ha emprendido una obra mayor; por tanto, lo haré como llama de fuego y como ángel ministrante; él ministrará en bien de los que serán herederos de salvación, que moran en la tierra” (D&C 7: 2-3, 6).
Estos casos, los de los Tres Nefitas y Juan, así como los de muchos otros fieles desde tiempos antiguos, pertenecen al de personas que poseen el estatus de seres trasladados. 

La promesa otorgada en los casos anteriores, en realidad, no consiste en que nunca van a probar la muerte. El Presidente Joseph Fielding Smith resumió la naturaleza de sus cuerpos del siguiente modo: “todavía son mortales y aún van a tener que experimentar la muerte, o la separación del espíritu del cuerpo, aunque esto será instantáneo…”[3]. Son seres que reciben el poder de dejar en suspenso la muerte por un tiempo[4], hasta  que sus cuerpos pasen “por un cambio mayor” (3 Nefi 28:40), es decir, serán “cambiados de la mortalidad a la inmortalidad en un abrir y cerrar de ojos” (3 Nefi 28:8) cuando llegue el día de su resurrección. En cuanto a los Tres Nefitas, el Elder Bruce R. McConkie declaró: “… ellos continúan con el ministerio asignado en este tiempo, y ha habido ocasiones cuando han aparecido a miembros de la Iglesia en está última dispensación”[5].

Dos relatos interesantes

En la bibliografía mormona se pueden encontrar varias historias relacionadas a los Tres Nefitas. Una de mis favoritas y más conocida es la que el Elder B.H. Roberts señala como uno de los tantos “eventos sobrenaturales” asociados a la salida a luz de El Libro de Mormón. Relata la ayuda que recibió David Whitmer en sus preparativos antes de llevar al Profeta y a Oliverio Cowdery al hogar de la familia Whitmer para escapar a la persecución y continuar sin ser molestados con la traducción de las Planchas de Oro.
David Whitmer se hallaba en la necesidad de trabajar un tramo de tierra para luego ir a recoger al Profeta y su escribiente, mas cuando se levantó y llegó al campo encontró que el trabajo había sido realizado, por lo que fue capaz de ir en busca de sus amigos más temprano. En otra ocasión en que debía efectuar otra tarea volvió a descubrir que el trabajo había sido realizado con anterioridad y en excelente manera. La hermana de David Whitmer, que vivía cerca de allí, le comentó que “tres desconocidos habían aparecido en el terreno el día anterior y esparcido el yeso con gran habilidad”. Ella había supuesto que esos tres hombres fueron contratados por su hermano[6].

Otra referencia interesante sobre este asunto es el que se encuentra en un libro que fue publicado por la Misión Uruguaya en 1953, bajo la dirección del Presidente de la Misión Lyman S. Shreeve, sobre las experiencias de su bisabuelo entre tribus de nativos norteamericanos, titulado “Jacob Hamblin, el pacificador”. En una ocasión, Jacob Hamblin, en su intento de ayudar a integrantes de la tribu Moquis, los invita a viajar hacia otra tierra, pero recibe la negativa de parte de los indios por la siguiente razón: “… Los indios dijeron que no querían cruzar el Río Colorado para vivir con los Mormones porque ellos tenían una tradición de sus padres de que no debían cruzar el río hasta que los visitasen nuevamente los tres profetas que los llevaron al país que ahora ocupan.”[7]

Una visita inesperada

Ahora deseo relatar brevemente un acontecimiento que oí describir a un miembro de la Iglesia de Uruguay[8], y que conservo como fuente de inspiración y testimonio. Cuento con la aprobación del protagonista de este suceso, pero se ha considerado apropiado mantener su identidad en el anonimato. Por supuesto que el relato de esta experiencia no pretende ser doctrinal de parte de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días; en la Iglesia, y cuando nos hallamos en el servicio de la misma, se deben manejar los recursos proporcionados por las Autoridades Generales y que gozan de la aprobación y sanción oficial, como son algunos manuales, revistas, y en especial, los libros canónicos. De todos modos, se presenta la siguiente narración como un relato verídico para beneficiar y elevar espiritualmente.

En un pueblo de nuestro país, a mediados de los años 70, un joven miembro de la Iglesia se encontraba en su hogar realizando tareas cotidianas cuando oyó que alguien llamaba a la puerta. Su casa de encontraba en la mitad de la cuadra. Al abrir la puerta, vio en frente a un señor que se dirigió a él solicitando con toda gentileza algo para comer. No sólo era este individuo desconocido personalmente, sino que nunca lo había visto siquiera en las calles de su ciudad caminando. A pesar de que buscaba alimento, no tenía la apariencia de un vagabundo, lo que le llamó mucho la atención. Al joven hermano le asombró la estatura de esta persona; era tan alto que su cuerpo parecía cubrir todo el marco de la puerta. Tenía puesto un sobretodo gris, tez y ojos claros, el cabello de la cabeza largo y castaño, al igual que la barba, que llevaba de un modo prolijo.  Toda su persona poseía un aspecto distinguido, y  aunque sus gestos eran sencillos y naturales tenían un aire solemne.
El joven dejó la puerta abierta y caminó hacia la cocina por el pasillo; volteó para echar otra mirada al hombre, y este seguía parado mirándolo fijamente. Se asomó a la cocina y preguntó a su  madre si había algo para darle de comer a un hombre que pedía. La madre respondió que iba a preparar algo. Entonces, cuando el muchacho le iba a avisar al extraño que esperara un instante, se percató que el desconocido ya no se hallaba en su lugar. 
El hermano volvió a la puerta, pero no estaba; miró para ambos lados de la calle en su búsqueda pero no vio rastro de él. Fue como si hubiera desaparecido. No estuvo demasiado tiempo en la casa como para que se alejara a tal distancia y no ser visto. Le causó extrañeza que luego de solicitar ayuda no permaneciera esperando cuando se le iba a extender. El muchacho quedó con la impresión de que esa persona no era un vagabundo pidiendo comida, sino que era alguien especial que lo estaba visitando por algún motivo.

Esa inusual visita ha dejado en la memoria del hermano una huella indeleble que los años no han podido borrar ni distorsionar. Es un momento atesorado que considera de lo más sagrado, y cada vez que relata el suceso sostiene que el personaje que lo visitó ese día era uno de los Tres Nefitas o Juan el Amado.

Una compilación de experiencias similares

Hay varias historias relacionadas a los Tres Nefitas, pero no supe de una que tuviera paralelo alguno con la del hermano uruguayo hasta que mi hermano me pasó un libro titulado “Sobre los Tres Nefitas”[9], en el cual los autores compilan sesenta relatos relacionados de alguna u otra forma a manifestaciones de seres trasladados. A pesar del título, el libro no excluye a Juan como posible agente de algunas de las anécdotas. 
Todos estos sucesos, con excepción de uno[10], se sitúan en Norte América, distinguiéndose únicamente entre los que se desarrollaron a favor de indios nativo americanos o ciudadanos norteamericanos miembros de la Iglesia, siendo todos narrados por estos últimos.

Al recorrer con la lectura las páginas de este libro, no pude dejar de asombrarme ante las claras coincidencias entre varias de estas experiencias y el relato que yo conocía. En la mayoría de ellas de repiten al menos los siguientes tres elementos o rasgos comunes:

1) un desconocido solicita algo para comer;

2) el visitante desaparece de golpe son dejar rastro;

3) el aspecto físico.  

En resumen, de las sesenta historias presentadas en este libro, y encontrándose en un mismo relato dos o incluso los tres elementos, en ocho casos un individuo desconocido solicita algo para comer, en veintitrés oportunidades este individuo desaparece de golpe sin dejar rastro alguno, y en doce ocasiones se da cuenta de las características físicas del desconocido, entre las que se repiten: la altura, los ojos penetrantes, la piel clara, la barba, la voz amable pero firme, la mirada inteligente y el aspecto distinguido y prolijo.

Los autores del libro plantean una conclusión basándose en el estudio de Hector Haight  Lee de la Universidad de Nuevo Mexico: “los muchos testimonios de los Tres Nefitas han sido clasificados en seis categorías con seis elementos relacionados (...) Después de un estudio exhaustivo de 150 narraciones que involucran a los Tres Nefitas, Lee y su grupo presentaron el siguiente análisis:

Un Nefita solicita comida: 12%

Un Nefita sana enfermos: 11%

Un Nefita entrega un mensaje espiritual: 34%

Un Nefita rescata y brinda ayuda física: 14 %

Un Nefita se transporta con una velocidad milagrosa: 4%

Un Nefita desaparece de repente: 25%

Varios de los elementos anteriormente referidos aparecen combinados en algunas experiencias. El mayor número de relatos presenta a los Tres Nefitas entregando un mensaje, elemento que está en total armonía con su divino encargo como misioneros de Cristo.”[11]

A modo de cierre

Muchos pueden considerar estos relatos como cosa de ningún valor, como folclore o leyendas basadas en supersticiones, ignorancia e ingenuidad, pero para otros son fuentes de inspiración, testimonio y fortaleza. Para los que creen, como nosotros y muchos en este mundo, son unas de las tantas muestras de las “tiernas misericordias del Señor” ya que nos alientan a confiar en que no estamos embarcados solos en esta obra de salvación, sino que contamos con ayuda celestial en sus muchas divinas manifestaciones.

Por otra parte, las similitudes existentes entre las varias y distintas experiencias de este tipo conservadas me hacen pensar en que los seres trasladados, de la misma manera que otros seres celestiales[12], en su interacción con los hijos de Dios, siguen determinadas leyes y orden, es decir, un modelo de acción que se repite en la mayoría de los casos, siempre obrando en bien de los hijos de Dios.

Para finalizar, expreso mi gratitud al Señor, por permitir que experiencias espirituales como estas acontezcan en nuestro suelo, entre nuestros pioneros o en la actualidad, así como en otras partes del mundo, por lo que “vemos que Dios se acuerda de todo pueblo, sea cual fuere la tierra en que se hallaren; sí, él tiene contado a su pueblo, y sus entrañas de misericordia cubren toda la tierra…” (Alma 26:37).

Tenemos el deber de registrar y preservar, hasta donde sepamos, todos los relatos verídicos que beneficien a los creyentes de la actualidad y por las generaciones futuras[13], para fortalecernos con sus palabras y regocijarnos en las obras de Dios entre nuestros hermanos.






[1] Smith, Joseph, (Roberts, B.H.), History of The Church oh Jesus Christ of Latter-day Saints, vol. 1:35-36. 
[2] El manual de Instituto para el alumno señala: “No se sabe si José vio el pergamino al que se hace referencia y se le dio poder para traducirlo, o si el contenido le fue revelado sin que viera el escrito original. Eso no tiene importancia dado que, de todas maneras, lo obtuvo mediante la revelación”. Doctrina y Convenios, Manual para el alumno (Religión 324-325), 1985, Sección 7, pág. 16.
[3] Smith, Joseph Fielding, Answers to Gospel Questions, Vol. I, Deseret  Book Company, Salt Lake City, Utah, pág. 165
[4] Doctrina y Convenios, Manual para el alumno (Religión 324-325), Sección7, pág. 17. Ver también Mateo 16:28; Marcos 9:1; Lucas 9: 27.
[5] McConkie, Bruce R., Mormon Doctrine, Bookcraft, Inc., Salt Lake City, Utah, 1958, pp. 716-717.
[6] Roberts, B.H., A Comprehensive History of The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, Century 1, Volume 1, BYU Press, Provo, Utah, 1965, pp. 125-126.
[7] Little, James A. (traducido por Gloria Recarte), Jacob Hamblin, el pacificador, Misión Uruguaya, Montevideo, 1953, pág. 53.
[8] Cuento con la aprobación del protagonista de este suceso, pero se ha considerado apropiado el mantener su identidad en el anonimato. Bástame decir que es un pionero de la Iglesia en Uruguay que a lo largo de los años ha permanecido activo y fiel.
[9] Beardall, Douglas y Jewel, About the Three Nephites, LDS Book Publications, Provo, Utah, 1992.
[10] Ídem. , pp. 1-5, uno de los relatos narra la experiencia ocurrida a un pequeño grupo de expedición enviado por Cristóbal Colón durante su segundo viaje a América, mientras buscaban agua y comida en la actual isla de Cuba.
[11] Ídem., pp. 240-241.
[12] D&C 129:4-9.
[13] D&C 69:8.

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